Episodio 35, Parte 2: Una nueva ciencia del cielo, con Robert Temple
La información que Robert Temple revela en este episodio tiene el potencial de llevar nuestras creencias sobre “los cielos” (el sol, la luna, las estrellas y el espacio mismo) a una revisión radical.
La física moderna aborda sólo los mundo de la materia, excluyendo la realidad mayor. La ciencia en desarrollo de la física del plasma revela que los cielos no están hechos de átomos, sino de plasma subatómico. Nuestro sol: plasma. Las estrellas: plasma. Espacio: plasma. En realidad, el 99,99% del universo es plasma, el cuarto estado de la materia del que emergen gases, líquidos y sólidos. A partir de esta premisa básica, las cosas se vuelven más salvajes que la imaginación.
Un descubrimiento en 1961 de dos nubes espaciales gigantes, cada una de ellas nueve veces el tamaño de la Tierra y ubicadas entre la Tierra y la Luna, desafió la astronomía convencional, por lo que fue archivada. por décadas. Ahora se está conociendo la extraordinaria importancia de estas enormes nubes de “plasma complejo y polvoriento”. El plasma complejo y polvoriento (el “polvo” es importante) puede autoorganizarse y emerger con una conciencia rudimentaria, para luego evolucionar hasta convertirse en entidades inteligentes. Ciertos gnósticos Los textos revelaron conciencia de las nubes, describiéndolas como dos seres divinos gigantes. ¿Podrían estas nubes ser agentes de nuestro sol, mucho más grande? ¿Deberíamos considerar que la zarza ardiente de Moisés era en realidad una bola de plasma mensajera? O relámpagos y orbes en forma de bola: recopilación de datos ¿Drones de plasma? ¿Es el plasma el medio de intercambio de información en todo el universo en algún gran experimento? Este episodio entreteje sabiduría antigua, física de plasma de vanguardia y conciencia universal en un maravilloso tejido de una vasta esencia viviente en constante evolución.
Robert Temple es profesor, académico independiente y autor de más de una docena de libros provocativos, incluido el más reciente, Una nueva ciencia del cielo